lunes, 8 de junio de 2009

El demonio de la perversidad

Tenemos ante nosotros una tarea que debe ser cumplida velozmente. Sabemos que la demora será ruinosa. La crisis más importante de nuestra vida exige, a grandes voces, energía y acción inmediatas. Ardemos, nos consumimos de ansiedad por comenzar la tarea, y en la anticipación de su magnifico resultado nuestra alma se enardece. Debe, tiene que ser emprendida hoy y, sin embargo, la dejamos para mañana; y por qué? No hay respuesta, salvo que sentimos esa actitud perversa, usando la palabra sin comprensión del principio. El día siguiente llega, y con él una ansiedad más impaciente por cumplir con nuestro deber, pero con este verdadero aumento de ansiedad llega también un indecible anhelo de postergación realmente espantosa por lo insondable. Este anhelo cobra fuerzas a medida que pasa el tiempo. La última hora para la acción está al alcance de nuestra mano. Nos estremece la violencia del conflicto interior, de lo definido con lo indefinido, de la sustancia con la sombra. Pero si la contienda ha llegado tan lejos, la sombra es la que vence, luchamos en vano. Suena la hora y doblan a muerto por nuestra felicidad. Al mismo tiempo es el canto del gallo para el fantasma que nos había atemorizado. Vuela, desaparece, somos libres. La antigua energía retorna. Trabajaremos ahora. ¡Ay, es demasiado tarde!



Creyeron que repentinamente mejore mi forma de escribir? Se equivocaron, el párrafo anterior no lo escribí yo, lo hizo Edgar Allan Poe, pero no hay tanta diferencia :P. Que bueno saber que uno de mis escritores favoritos también era un procrastinador de la pesada como yo, ja. Como él no tenia internet ni playstation, no le quedaba otra que alcoholizarse y drogarse.

En fin, vere como soluciono mi problema de procastinación, o más cientificamente hablando; "sindrome del pajero".

Me voy a dormir, ya me dio pereza.